Muestra en ECU, Rosario
Inauguración: Jueves 3 de octubre 2024
Cierre: Viernes 6 de diciembre 2024
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Días y horarios de visita:
Lunes a viernes
De 10 a 18hs
Sábados
De 16 a 19hs
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Recorrido con el autor: Miércoles 30 de octubre 17hs
(Se anunciarán más actividades en esta página y redes sociales)
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Lugar: ECU
Espacio Cultural Universitario
San Martín 750
Rosario, Santa Fe, Argentina
Textos de la muestra
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Texto crítico de Guillermo Fantoni
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A partir de autorretrato que mira el cielo: la pintura de Javier Carricajo
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Por las razones que fuese, hay obras que tienen un innegable poder de imantación; tal es lo que ocurre, o más precisamente lo que me ocurre, con el Autorretrato yacente realizado por Javier Carricajo en 2008. Una pintura de formato extraño –cuarenta y seis centímetros de alto por ciento setenta y tres de ancho–, ideal para albergar la imagen del artista desnudo, tendido en el piso y mirando el cielo. Durante varios años convoqué a esta obra cuando se trataba de dar cuenta de los realismos que pululan en el presente siglo y hace poco tiempo volví a confrontarme con ella cuando sorpresivamente la encontré entre las piezas reunidas por un coleccionista. Sin embargo, se trata de una obra insular; el artista que mira al cielo producía y siguió produciendo, como una de sus tónicas más habituales, escenas de un erotismo sobrecargado y transgresivo, ya que, paralelamente a las coronas de rosas y relicarios con formas de querubines y corazones, representaba mujeres y hombres experimentando situaciones equívocas e inquietantes. Así, cuerpos femeninos de formas generosas y cuerpos de varones inevitablemente musculados desfilan constantemente asociados a pinzas y guantes de cuero negro, plátanos y recipientes con leche, cuerdas y sartas de perlas, y, muy especialmente, piezas de alfarería que por sus formas y ubicaciones sustituyen provocativamente los fragmentos anatómicos que pudorosamente cubren. De todos modos, si se observan sus producciones más recientes, esos aspectos de su existencia cotidiana no solamente han perdurado, sino que se han articulado en composiciones cada vez más solemnes y trascendentes, de un color grave y factura obsesiva; características que se corresponden con una elaboración atenta a las tradiciones del buen oficio que ciñen todos sus dibujos y pinturas. Por ello aparecen las Vanitas, ya sea en forma de escena con una muchacha apoyada sobre una mesa donde descansan las flores destinadas a marchitarse y el dibujo de una calavera indicadora de la caducidad de todas las cosas; ya sea bajo la forma de una naturaleza muerta con las herramientas de la pintura y el repertorio de objetos que alternativa o simultáneamente hacen pensar en las coerciones y el placer. Asimismo, junto a las Vanitas, seis dibujos cuyo título resulta tan explícito como literal, Autorretrato practicando la muerte, se asocian a nuevas versiones del género, como el Autorretrato realizado en 2019, donde el artista aparece –a causa del hábito y de las circunstancias– como figura antigua e investido de una autoridad infrecuente. Pero si de autorretratos de trata, Carricajo ya había producido Sucias reflexiones donde su figura se refleja en un espejo parcialmente cubierto de polvo. Junto a este, resulta particularmente sugestiva la Venus de los espejos, donde en las lunetas que rodean a un desnudo femenino se percibe el rostro del artista. La representación de aquello que está fuera del cuadro y se incorpora a través de los espejos remite a la pintura de Velázquez y, más cercanamente, a la de Manet; sin embargo, así como Miguel Ángel se hace presente mediante las poses y cuerpos torneados de sus esculturas y pinturas, otras referencias que provienen de la pintura simbolista campean en la nueva serie destinada a reflexionar, tanto sobre la existencia y sobre la existencia de la propia pintura, como sobre el devenir de la cultura en las sociedades del presente. Por tal razón en Finis, una mujer de pie y cubierta por una larga cabellera, alude no tanto al final de la vida sino a la idea de fin o culminación de todas las cosas y en Nuda veritas otra figura similar exhibe la belleza sin aditamentos reclamando para sí, nada más y nada menos, que el reconocimiento y la aceptación de las cosas tal como se presentan. Y como toda travesía tiene un fin, arribamos a La época contemporánea donde una figura sedente sostiene un conocido manual de historia que da título a la obra. En ella, un libro cerrado convive con otro abierto y en llamas, aludiendo a los saberes encerrados en un círculo y los que se comparten, pero también a la integridad de la cultura y su aniquilamiento mediante la quema. Sin embargo, aun esta imagen que podría asociarse a un presente universalmente problemático alberga una contrapartida esperanzada. Se trata de La edad de oro, donde el artista revisita un tema largamente transitado por el arte desde la antigüedad y que la pintura simbolista repuso como una de sus tantas obsesiones: la búsqueda de una edad ideal e intemporal, la persecución, nunca infructuosa, de una comunidad entre los hombres y de estos con la naturaleza. Un destino que más allá de las tormentas que se avizoran en el mundo vale la pena volver a intentar.
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Guillermo Fantoni / Rosario, septiembre de 2024
Textos de Javier Carricajo sobre su producción reciente y sobre la presente muestra
Sobre el marco en el que concibo mi trabajo
Producir obra es mi manera de transitar la existencia. Entiendo al arte como un modo de decodificación y codificación, el centro de las acciones que realizo, una práctica que, si bien incluye las funciones racionales, a la vez trasciende la pretensión de comprender estrictamente en estos términos. Esta labor la sumo a una dinámica anterior a mi existencia, prestablecida con diferentes criterios en diferentes civilizaciones. Asumo el rol de artista porque éste avala modos de ser y pensar que en sociedad serían inadmisibles de no practicarse bajo este rótulo y tras comenzar a informarme sobre lo que el arte ha aportado al conjunto de la humanidad y al individuo, he hecho de mi obra la excusa para llevar adelante un trabajo sobre mí mismo, sobre mi consciencia. Por ser este diálogo interno la génesis de todas las piezas que realizo, puede que éstas sean percibidas como ajenas a temas coyunturales, tendencias generalizadas y estéticas de grupos. Esta percepción la considero apropiada, dado que lejos de plantearme abordar un trabajo que pretenda cumplir con lo que se espera de un artista en estos tiempos y en estas latitudes, me planteo llevar adelante el conjunto de mi obra sin hacer concesiones externas y centrándome en mis motivaciones intrínsecas. Así es que la progresión de pinturas, dibujos, esculturas, cerámica y otro tipo de formatos, responde a una lógica interna, a un ritmo de respiración propio que, si en ocasiones es el preferido por las instituciones, los espacios de muestra, la crítica, el mercado e incluso el público, será por coincidencia y no por ser diseñado ad hoc. Asimismo, el interés de quienes son sensibles a esta visión, sus impresiones y aportes, se integran naturalmente al tren de reflexiones que la constituyen y los considero fundamentales para mi trabajo.
La existencia se me presenta como una pregunta y lejos de buscar respuestas categóricas que la agoten, me sumerjo en un hacer que me permite sumar experiencias y conocimiento, siendo ese tránsito la réplica a ese interrogante. En este proceso el pintar funciona como práctica integradora de la experiencia. Pintar es des-aceleración, me obliga a pensar detenidamente en las cuestiones de forma y de fondo. Así puedo darle un cuerpo a lo que no lo tiene y disolver lo tangible en conceptos, siendo esto mi paráfrasis de “densificar lo sutil y sutilizar lo denso” (máxima alquímica para adentrarse en la naturaleza de las cosas).
Trabajo bajo la pretensión que en los resultados puede percibirse la experiencia vital que los motiva. Que el tiempo transcurrido y los rastros del cuerpo quedan impresos en la faena. Que una obra puede ser cada vez más completa, abarcando múltiples niveles de lectura en profundidad y en categoría. Para que ésta se corresponda y sea recibida por las diferentes vertientes de la naturaleza humana, trabajo para que los aspectos físico, emocional e intelectual constituyan la producción. Objetivar sobre estos aspectos y sobre cómo pulirlos en la labor diaria, son el centro de mi práctica actual.
Sobre los temas de mis obras más recientes
Refiriéndome en términos concretos a las temáticas de mis obras, en estos últimos años ha habido varios ejes de trabajo recurrentes que responden a la línea antes mencionada. Uno de ellos es el mundo sensible, lo perceptible de la existencia por medio de nuestros sentidos. Algunas de las obras que giran en torno a este tema llevan por título “La materia”. Aparecen cuerpos y sogas, aludiendo a las ataduras de lo denso, en sintonía con los Esclavos de Michelangelo y su modo de representar a las almas aprisionadas en la carne. También, en el mismo sentido, una bota aplasta un postre gelatinoso sobre un plato. Relacionadas con la temática anterior en distinto grado (y muchas veces superponiéndose), otras obras tienen como eje al cuerpo (ya sea como símbolo, como contenedor de algo sutil, como abstracción y demás roles…). El cuerpo como motivo no siempre coincide con el cuerpo como tema y en ocasiones aparecen representadas piezas de alfarería (contenedores) que simbolizan al cuerpo o sustituyen partes del cuerpo…
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La muerte es otro de los intereses, siempre tratada desde la distancia conceptual y la estetización que permite hacerla asible y soportable. En el mismo sentido también he tratado recurrentemente reversiones de las vanitas, incluyendo en algunas de ellas referencias específicas al memento mori. La muerte se me presenta como un enigma y como dadora de sentido en el trayecto vital.
Finalmente, como hilo conductor, la contemplación y la reflexión (como acciones diferenciadas pero asociadas) son temas que en ocasiones trato de modo específico pero que están presentes en todos mis trabajos. La primera tiende a la búsqueda de la consustanciación entre observador y observado y la segunda pone en práctica un mecanismo de pensamiento minucioso sobre lo que se sopesa.
Sobre las obras elegidas para la muestra
Se trata de una selección de obras inéditas y significativas dentro del último segmento de tiempo en el que he estado produciendo. Esto está alineado con la idea de un flujo de trabajo continuo, que responde a una práctica vital no circunscripta al proyecto específico de una exhibición en particular. En este caso hay obras que abarcan un periodo prolongado, desde 2015 hasta 2024, dado a que algunas obras no pudieron encontrar su lugar en exhibiciones precedentes. La mayor parte de lo producido en el segmento temporal indicado ha quedado afuera de la selección por motivos de espacio y claridad expositiva. Así es que se optó por incluir ciertas las piezas más significativas de estos últimos tiempos.
Concepto del recorrido de la muestra y de las obras que la componen
La misma se encuentra dividida en tres secciones que subrayan las características edilicias del espacio. Los paneles de exhibición se disponen contra las paredes de las alas laterales, dos entre cada pilastra, a excepción del panel inicial y el panel final, que se dispone de modo perpendicular en relación al resto. El amplio panel del ala central (o conectora) continúa con la linealidad de este criterio de montaje. Esta disposición centra la atención sobre la parte externa de la “U” que conforma el espacio, al tiempo que libera la zona del vacío central y permite observar el recorrido del lado opuesto, proporcionando una visión general de toda la muestra. El objeto de este modo de montaje favorecer la lectura de cada obra y del conjunto. Al tiempo que el hilo conductor temático está relacionado con la contemplación, es justamente una propuesta que anima y facilita este acto, simplificando la experiencia de recorrido visual y espacial para que pueda el fruidor adentrarse en las particularidades de cada trabajo.
Los paneles están pintados de un verde pastel que remite al verde Scheele y a las tonalidades usadas largamente en ciertos interiores y museos desde finales del siglo XVIII en adelante. El tono exacto de color que se utilizó es el empleado en un espacio al que he dado apertura recientemente (Casa Museo Carricajo), por lo que en este particular su empleo sugiere una extensión de lo privado a los términos propios del ámbito público del ECU. Esta tonalidad además resulta propicia para focalizar la atención en la zona expositiva, considerando que la altura de la sala es un considerable distractor.
El sentido del recorrido respeta predominantemente cierta cronología que será levemente quebrada para favorecer una coherencia visual y conceptual. En el ala derecha (ingreso) se dispondrán obras que fueron realizadas en primer término, las cuales cuentan con cierta uniformidad cromática y llevan el mismo tipo de marco. Las tonalidades predominantemente apagadas y las escenas que se desarrollan en entornos indefinidos propician un sentido de intimismo y cierta pesadumbre, mientras que centran la atención en los objetos y protagonistas. Son piezas que abordan lo simbólico desde una representación verosímil que transmite cierta cotidianeidad y a la vez extrañamiento (lo ominoso, unheimlich…).
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En otro orden de cosas, la temporalidad en la que se desarrollan estos trabajos es la del Kairós, es decir “el momento preciso”, se congela la imagen en un instante significativo que las excluye de un contexto narrativo.
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La primer obra (titulada “Introspección”) evoca un código afín al de las imágenes alquímicas. En estas aparecen escenas que en principio pueden ser interpretadas como sexuales, violentas e incluso absurdas, pero entrañan otros significados específicos. Así, una mujer que introduce su mano en su boca representa la búsqueda interna que da comienzo a este guion. La introspección como ejercicio está tan reñida con cierto ritmo de vida que por momentos puede presentarse como un acto tan forzado como el aquí reflejado. Dos obras tituladas “Reflexión” secundan este primer concepto, se centran en la gestualidad de la protagonista, ora apesadumbrada, ora esperanzada. Su efigie está planteada a modo de Tronie y presagian el tono de las siguientes obras.
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Tres obras tituladas “La materia” son reflexiones sobre este plano. Una mujer desnuda con una soga enredada en sus manos se me presenta como lo sutil terminando de lidiar con las ataduras de lo denso. El desnudo en mi obra remite a la profundidad de significado que ha tenido desde sus orígenes en el arte occidental. Del mismo modo en que los griegos clásicos representaban desnudos a sus dioses (en tanto seres en esencia pura), cuando hago uso de la desnudez pienso en el espíritu despojado del cuerpo (vestimenta), también hago uso de su cualidad igualadora, su capacidad de universalizar un mensaje. Otra obra del mismo título (que sigue la lógica de la anterior) muestra unas piernas con unas sogas, entre lo sensual y lo siniestro, mientras que la última del conjunto muestra un postre siendo aplastado por una bota, bota que no es calzada ni movida por nadie.
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La pintura “Desde que no estás” tuvo su origen tras la desaparición física de un amigo que de seguro habría sabido apreciar el humor oscuro de la misma. Una vela recién apagada esparce su humo bajo una silla sin base. Unas sogas sueltas indican que alguien ya no sufre esa arbitraria tortura. La obra ya había sido ideada y abocetada, mas fue materializada mucho tiempo después. En ese transcurso otras ausencias fueron llenándola de sentido y empujaron su realización. Como contraste al vacío de esta silla, al lado de esta hay un autorretrato en el que me represento sentado, con un atuendo que he diseñado y utilizo para pintar, un tiento (varilla usada para apoyar la mano mientras se pinta) y una rodilla descubierta. Apelo a una imagen arquetípica de autoridad que se combina de particular manera con la fragilidad de la figura. La rodilla descubierta remite a la simbología del iniciado, pero en este caso se trata de una iniciación menor, la del oficio de la pintura. René Guenón y otros autores se refieren a la necesaria preparación en un oficio antes de una iniciación de índole superior, espiritual. Entiendo al oficio de la pintura como el que incluye un hacer, un pensar y un modo de seguir remitiéndose y citando a los predecesores. En este último sentido, el disparador de esta obra fue la impresión que causó en mí un autorretrato de Rembrandt que pude ver en la Frick Collection de N.Y..
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El último par de obras de este trayecto comparten el título “Vanitas”. La primera presenta un conjunto de elementos dispuestos sobre una superficie de madera. Estos elementos son tanto herramientas de pintura como objetos que he utilizado recurrentemente en obras pasadas. Dentro de los primeros hay un atril, un jarro cerámico con pinceles (pinceles vastos, para las bases o grandes extensiones de las obras), un compás áureo, papeles, un trapo y -casi escondida- una cinta métrica. En el segundo grupo se cuentan un par de guantes, unas bananas y un potiche con collares de perla. Un compendio de objetos que fueron utilizados en mi trabajo, aquí son expuestos bajo cierta distancia reflexiva, considerándolos (bajo las premisas del género al que se remite) como vanos, fútiles. Siguiendo esta línea, la última obra de este segmento muestra a una mujer con rostro atónito apoyada sobre una mesa. Los elementos más representativos de las vanitas están presentes: Las flores, la calavera (dibujada en un papel) y el reloj (sobre la muñeca de la protagonista). Estos 3 símbolos describen un triángulo invertido en la composición. El espejo también está presente por medio del reflejo de la mesa de vidrio, que recuerda a Narciso. Los ojos abiertos y el rictus de la boca sugieren un memento mori , un momento de toma de conciencia sobre la propia muerte que no es más que la finalidad que se proponen esta conjunción de elementos.
En el pasillo central se dispone una serie de dibujos (los únicos dibujos de toda la muestra) que funcionan como tránsito a la siguiente sección. La elección de este grupo de 6 piezas titulado “Autorretratos practicando la muerte” es el corte necesario para marcar un fin y un nuevo comienzo en otra clave, suponen la internalización de la idea, una práctica reflexiva sobre la misma, no una expiración real. La factura más esquemática y la monocromía sugiere ensayo, prueba, preparación. Platón propone que la filosofía es la práctica de la muerte, dado a que por medio de esta se separa el cuerpo del alma. En esta serie hago una puesta en escena en la que especulo con diferentes posturas posibles para ese momento, hago del dibujo una práctica del óbito. Además de las antes citadas referencias, las motivaciones de esta obra vienen de preguntarme cómo me encontrará ese instante final.
Al ingresar al último corredor vemos como se disponen obras de mayor colorido y luminosidad, ambientadas en su mayoría en espacios exteriores o interiores con riqueza de elementos. El clima anterior de cotidianeidad enrarecida muta hacia cierta alusión a imágenes míticas, por tanto, ese tiempo ralentizado por el curso de las reflexiones es reemplazado por un tiempo mítico (en palabras de Mircea Eliade, un tiempo antes del tiempo, in illo tempore, refiriéndose a una temporalidad en la que se forjan acciones que luego re-actuamos en nuestro trayecto cronológico). Los marcos de estas obras son más variados entre sí y presentan molduras, desgastes y particularidades que rompen con la uniformidad procesional de los tramos anteriores. La atmósfera se descomprime y los estímulos visuales aumentan. Esto sugiere un cambio de visión, otro modo de conceptualización que, si bien sigue correspondiéndose a un tratamiento simbólico, supone una visión más idealizada. Se puede pensar en esta parte final como un despertar o (lo que probablemente sea lo mismo) un nuevo sueño. “Devenir” comienza esta parte, una mujer recostada sobre un gobelino con rosas bordadas, a su vez encima de ella se disponen rosas blancas y su vestido cuenta con una rosa de tela: distintos grados de manifestación. Una fotografía ajada de una mujer desnuda asoma bajo la almohada como un correlato de otro tiempo.
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En “La época contemporánea” una mujer con un mármol Verde Alpino de fondo sostiene un libro cerrado en el que se lee el nombre de la obra. Otro libro (abierto) está en llamas sobre un mármol Arabescato Carrara. El libro abierto remite a los saberes exotéricos, aquellos disponibles para todo el público, mientras que el libro cerrado da cuenta de los saberes esotéricos, es decir los reservados para un círculo íntimo. La mujer con los libros tiene como referente a un relieve de una de las entradas de la catedral de Notre Dame de París a la que Fulcanelli quiere ver como la representación de la alquimia, pero seguramente remita a Sofía (la sabiduría), basándose en escritos de Boecio. De cualquier forma me inspiro en esta imagen para dar cuenta de los tiempos que corren y del tratamiento que se le da al pensamiento y la expresión.
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Dos obras que retoman el título “La materia” muestran a una joven con el torso desnudo y con una muñeca esposada. En una de ellas tiene un conjunto de piezas cerámicas sobre la mesa e introduce un dedo en una botella, mientras que en la otra obra aprieta uno de sus pezones con un broche para colgar ropa. Aquí (como en otras obras que he trabajado anteriormente) las piezas de alfarería remiten al cuerpo. Sus formas se nombran comúnmente del mismo modo que algunas partes de la anatomía humana (boca, cuello, hombros…) y por ser envases contenedores, son su correlato directo.
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Continúa “La edad de oro”, en la que me tomo el atrevimiento de jugar con antiguas simbologías. Una mujer actuando su connotación simbólica de madre (mater, matriz), sentada sobre una piedra cúbica, materia a la que se le dará forma. Al lado de esta una planta de acanto. En la parte opuesta del lienzo un hombre de espaldas, remitiendo al orden espiritual. Se apoya sobre un capitel Corintio, el cual contiene la consabida estilización de las hojas de acanto. En su mano un compás medidor revela cierto carácter demiúrgico. En resumen, una mitad de la obra representa el mundo natural (naturalia) y el otro la creación humana (artificialia).
“Deseo” se titulan dos obras en las que la cabeza de una mujer se apoya sobre una botella y eventualmente la lame. A la luz de la clave simbólica que vengo exponiendo me eximo de explicaciones.
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Continúa “Nuda veritas”, una cita vernácula (cañaverales de fondo incluidos) a la obra de Klimt (entre otras de otros autores), que creí apropiada traer a estos tiempos como interpelación vigente. La verdad en su impúdica desnudez tiene a la naturaleza como telón de fondo mientras nos interpela con un espejo en su mano.
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En “ La venus de los espejos” el obvio homenaje a Velázquez que propone el título, vira a otras citas. Una imagen que remite más bien a la pintura veneciana sirve como excusa para un autorretrato: en el centro de la obra, en el reflejo de un espejo se ve mi rostro. Los espejos (que reflejan lo que está al otro lado de la escena) devuelven una imagen oscura y fría, mientras que el entorno de la modelo está definido por tonalidades cálidas, planteando dos planos definidos, como si el mundo de la pose dispuesta para la obra fuese el más real entre ambos. luego, “Imitación de venus” propone una versión ilegítima de esta deidad.
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La última obra de la muestra se titula “Finis”, una obra de grandes dimensiones que refiere al final en términos generales. Ésta reverbera con la obra “Vanitas” (por su ubicación, similitud de formato y temática) pero al llevarnos al antes mencionado tiempo mítico, nos marca otro estadio de conceptualización. Este final no es el fin de algo en particular, sino que se plantea como lo que siempre está ocurriendo, describe un proceso arquetípico al que se retorna. Como resumen, se sugiere que el recorrido parte de un proceso inicial de contemplación y análisis (ala de ingreso) para pasar luego por una etapa de muerte a un modo de ser (iniciación) en la zona del pasillo conector y culminar en el tramo final con una visión renovada. Tras finalizar se sugiere ingresar nuevamente y reeditar la experiencia cuan uróboros.
Javier Carricajo / Rosario, septiembre de 2024